sábado, 19 de agosto de 2017

CUENTOS ZEN

CUENTOS ZEN 



1er Cuento Zen: La verdadera Riqueza

El hombre más millonario del pueblo le pidió un día a Sengai que le escribiese algo para la continuidad de prosperidad en su familia, de forma que ésta pudiese continuar viviendo con su gran fortuna por todos los tiempos. Sengai tomó un gran pergamino y escribió:

"El padre muere, el hijo muere, el nieto muere"

El hombre rico se ofendió y enfureció con tal insulto:
-¡Yo le pedí que escribiese algo para la felicidad de mi familia! ¿por qué hizo una broma de este tipo?

Sengai explicó serenamente:

-No pretendo hacer bromas. Si antes de su muerte su hijo muriera, esto lo heriría inmensamente, si su nieto se fuera antes que su hijo, usted como su hijo estarían devastados, pero si su familia, de generación en generación mueren en el orden que le describí, ése sería el curso más natural de la vida. Yo a eso le llamo riqueza.

El rico hizo reverencia y se fue

FIN 

No todo cuento lleva una enseñanza fija o directa, a veces es subjetiva o en tal caso su única enseñanza es mostrarnos la simplicidad de esta realidad en la que vivimos, pues muchas veces y es natural en las personas, se complican demasiado la existencia en donde no debería muchas malas decisiones, algunas con consecuencias catastróficas, se deben a que no observamos o queremos observar desde lo más sencillo.

Esto tampoco significará que todo deba ser así siempre, pero te ayudará a tomar decisiones un poco más acertadas o con menos repercusiones.

2do Cuento Zen: La Inútil Sabiduría

El maestro del monasterio convocó a todos sus monjes, pues era momento de elegir a uno de ellos como su sucesor, ya que emprendería un viaje

Colocando una jarra llena de agua en el suelo, les preguntó:

-¿Quién me puede decir qué es esto sin llamarlo por su nombre?

El jefe de los monjes, que esperaba ambiciosamente ser el nuevo maestro contestó:

-No es un estanque, pues puede ser transportado.

Isán, el monje cocinero, se acercó e hizo caer la jarra de un golpe para después marcharse sin decir palabra alguna.

El viejo maestro sonrió y dijo:

-Isán, serás mi sucesor de este monasterio. Nos has dado una gran lección. 

FIN

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